Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

sino que sabe Dios que el dí­a que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.

Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.

Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia.

Y estableceré mi pacto entre mí­ y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.

Ahora, pues, júrame aquí­ por Dios, que no faltarás a mí­, ni a mi hijo ni a mi nieto, sino que conforme a la bondad que yo hice contigo, harás tú conmigo, y con la tierra en donde has morado.

Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.

Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.

y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios.

Y Jacob se enojó contra Raquel, y dijo: ¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?

Dijo entonces Raquel: Me juzgó Dios, y también oyó mi voz, y me dio un hijo. Por tanto llamó su nombre Dan.

Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos.

Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios.

Y dijo Jacob: No, yo te ruego; si he hallado ahora gracia en tus ojos, acepta mi presente, porque he visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanto favor me has recibido.

Y edificó allí­ un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí­ le habí­a aparecido Dios, cuando huí­a de su hermano.

Y se fue de él Dios, del lugar en donde habí­a hablado con él.

Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.

Y al tercer dí­a les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.

Así­, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.

Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí­ yo haré de ti una gran nación.

Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños.

Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.

Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.

Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.